María José Arjona Peris
Universitat de València. Dep. d’Art
El caballo ha sido, desde el inicio de los tiempos, un elemento fundamental en la historia de la Humanidad. Compañero y fiel amigo del ser humano, medio de transporte, herramienta de trabajo, arma de guerra, símbolo de poder y ostentación… La fascinación por este animal se manifiesta a través de todos los períodos históricos hasta la actualidad, y es justamente gracias a disciplinas como la Historia y el Arte que podemos constatar un hecho tan evidente. Aceptado en la UNESCO como parte de nuestro patrimonio inmaterial, y objeto de análisis y devoción de instituciones museísticas como el museo del caballo de Chantilly o el museo de la caza y la equitación de Varsovia, con nuestro estudio pretendemos continuar en el proceso de comprender cómo se percibe la imagen del caballo en el arte de las cortes europeas de los siglos XIV y XV, tomando como especial referencia el reinado de Alfonso el Magnánimo.
Tras realizar un primer estado de la cuestión sobre la bibliografía existente que estudia el caballo en la historia y en el arte, el primer aspecto a destacar es la laguna existente en el período que a nosotros nos interesa. Por otro lado, a lo largo de toda la historia queda manifiesta la importancia del caballo andalusí, además de la diferencia entre las dos culturas que convergen y divergen en la península ibérica: el Islam y el Cristianismo. Dos culturas, dos formas de hacer la guerra, dos tipos de monta y consecuentemente dos modelos de caballo ideal diferentes.
Para proceder a analizar el aspecto histórico artístico, en primer lugar nos interesa conocer la situación del caballo en la Península Ibérica entre la Edad Media y el Renacimiento, donde ya encontramos los orígenes y detalles de algunas razas y especies hípicas, entre las que se diferencian principalmente la castellana de la andalusí. Del mismo modo, vamos a ir presenciando una paulatina evolución que sufrirá el caballo a partir del creciente interés por el caballo andaluz, los cambios producidos en la forma de hacer la guerra y otras circunstancias históricas. La realidad es que a partir de la prácticamente idealización del caballo del sur peninsular (entre otras razones por su estética, carácter, velocidad, etc.), la fama de este irá alcanzando parangones inimaginables a nivel internacional. El mejor ejemplo de ello es el caso de la familia Gonzaga, cuya colección de valiosos caballos procedentes de exóticos lugares como Turquía o Al-Ándalus quedará inmortalizada en la sala de los caballos del Palacio del Té de Mantua.
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Escena de Batallas. Cántigas de Alfonso X el Sabio, Códice Rico, c. 1260 |
El mantenimiento de un caballo castellano así como el creciente interés por la cría de la mula debido al mal estado de las vías de comunicación peninsulares, a las normativas proteccionistas de la cría del caballo andalusí, y al buen carácter tanto del caballo castellano como de la mula, son factores a tener en cuenta para conocer y comprender la atmósfera equina de los siglos XIV y XV. Por otra parte, el proteccionismo por parte de la monarquía de la raza andalusí marcará hitos en la historia como la famosa y posterior fundación de la Escuela Hípica de Viena como iniciativa de Carlos V.
Finalizado este apartado dedicado enteramente al caballo, es necesario situarse en el contexto cortesano de Alfonso el Magnánimo. A partir de este punto pretendemos aproximarnos a una situación que debemos comprender para poder llevar a cabo nuestro análisis artístico. Reiteraremos una clara diferenciación del reinado del rey (1416-1458) en dos períodos, cuyo punto de inflexión es la conquista de Nápoles. Así pues, la bibliografía actual está de acuerdo en realizar una clara distinción de dos fases en la vida del segundo de los Trastámara. La primera, que abarcaría desde su infancia hasta 1442, la cual se caracterizaría por abarcar la fase de educación y formación del monarca en una corte ibérica, concretamente castellana, que mantiene contactos directos con la corte de Borgoña, y por tanto bebe de sus influencias. En ella el ambiente hípico, de guerras, justas, torneos y caza se puede respirar en la atmósfera. No es de extrañar pues que el Magnánimo vaya a desarrollar su faceta como guerrero así como una fuerte afición por la equitación y todo este ambiente cortesano en el que el caballo es un discreto protagonista. Con la llegada al trono del Magnánimo encontraremos toda una compleja situación que comienza por el interés del propio rey en mostrar su legitimidad en el trono, así como crear todo un mensaje de propaganda política que se verá manifiesta a través de los testimonios artísticos, del rol del monarca como caballero cruzado y conquistador, y la creación de una imagen de poder en la que el rey será considerado como magnánimo y piadoso, pero también un gran guerrero, mecenas y humanista.
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Juan de Juanes. Retrato de Alfonso V de Aragón, 1557 |
La segunda fase se iniciaría con la conquista de Nápoles, y la instalación definitiva del monarca en esta ciudad hasta el final de sus días. Durante mucho tiempo esto fue visto por la Historia como un abandono a la Corona Aragonesa, pero lo cierto es que, a pesar de que poco a poco el Magnánimo va a verse influido por las corrientes artísticas y culturales italianas, que en este momento se encuentran en plena ebullición, el monarca siguió contando con su corte hispánica. Testimonio de ello es por ejemplo la Sala dei Baroni del Castel Nuovo de Nápoles, contemporánea al clásico arco triunfal de la entrada del mismo edificio. Sí que es verdad que la estancia napolitana del Magnánimo marcó un antes y un después. Que su inquietud por las artes se vio notablemente ampliada en esta segunda época de su vida. Y que paulatinamente a lo largo de la biografía del rey vemos hacerse realidad la reiterada convivencia y pugna de dos corrientes artísticas: Norte versus Sur, Renacimiento nórdico/Flandes versus Italiano/Península Itálica.
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Pietro di Milano. Arco triunfal del Castel Nuevo, segunda mitad del siglo XV |
Por fin llegamos al que es el auténtico núcleo de nuestro trabajo, desde el punto de vista de la historia del arte y de las imágenes, pero al que no hubiéramos podido llegar sin detenernos en los puntos anteriores. Que la corte de Borgoña es un punto de referencia para el Magnánimo, así como el rol del mecenas inspirado en la figura de Jean de Berry son dos afirmaciones indiscutibles. Que poco a poco vemos crecer un fuerte aparato cortesano en las cortes principescas de la Península Itálica, y que estas van a mantener una relación e influencia directa con el Magnánimo y su corte, es la consecuencia en la vida del monarca. Por otro lado, cabe mencionar la dificultad que para los estudiosos ha conllevado analizar ambos períodos e influencias por razón de los escasos estudios que encontramos relativos al periodo napolitano debido a la escasez de las fuentes que han sobrevivido en territorio itálico, pero también por la dificultad que conlleva casar dos períodos y maneras de hacer tan sumamente diferentes.
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Escenas caballerescas y de batallas. Castillo de Alcañiz, s. XIV |
Así pues ya intentándonos aproximar a la imagen del caballo en este ambiente cortesano, dividiremos este punto en cinco aspectos. El primero de ellos, el ceremonial funerario, analiza la presencia de un rito funerario cuyos inicios se encuentran en la antigüedad pagana, pero cuya continuidad se produce a lo largo de las civilizaciones griega y romana; seguimos encontrando manifestaciones escultóricas en el arte paleocristiano, y se retoma con gran fuerza en la baja edad media peninsular, tanto en los reinos de Castilla como en el de Aragón. En el Este peninsular la ceremonia se hace llamar córrer les armes. Se trata de un ritual llevado a cabo tras la muerte de un caudillo militar, es decir, de nuevo se trata de una manifestación vinculada con los altos estratos de la sociedad contemporánea, y, por lo tanto, se celebrará también tras la muerte de los monarcas Fernando de Antequera y su descendiente Alfonso V. Las manifestaciones de este evento en el que el caballo participa activamente quedan plasmadas en los monumentos funerarios, y así lo explica y ejemplifica en su artículo Francesca Español.
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Paolo Uccello. La Batalla de San Romano, c. 1438-1440 |
Seguimos con la imagen del caballo en la guerra. Múltiples son las imágenes caballerescas que encontramos en la Europa de los siglos XIV y XV. Escenas de guerra y de batallas, son una forma de ensalzar la figura del caballero, de recordar la importancia del modo de vida del bellator, de plasmar la realidad, de recordar las batallas y guerras que marcan un antes y un después en la historia. Este es el caso de la obra de Paolo Uccello, la Batalla de San Romano, o el de la batalla de Mallorca del palacio Caldés Aguilar de Barcelona, a día de hoy guardados en el MNAC. Otro de los ejemplos que sirve como predecesor al período que nos interesa se encuentra en las cántigas de Alfonso X el sabio, en las ilustraciones de batallas entre cristianos y musulmanes. En ellas se manifiestan las diferencias bélicas y equinas de ambas culturas.
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Isaia de Pisa y Andrea dell’Aquila. Detalle de la entrada triunfal de Alfons V |
Ya hemos hablado de la afición del Magnánimo por la vida de ocio celebrada desde su infancia en Castilla, su pasión por la equitación, y su obsesión por elaborar todo un mensaje de propaganda política en el que se manifestara su evidente legitimidad en el trono. Un lenguaje que debe elaborarse en un aparato cortesano y mediante el uso de las artes plásticas y visuales como testimonio y perpetuador de la idea. A lo largo de toda la Edad Media, y por lo tanto también entre los siglos XIV y XV encontramos múltiples escenas que ilustran esta mezcla de juego y entrenamiento para la guerra; entre ellas, podemos hablar de las pinturas de la Sala Baronale del Castello della Manta, en Cuneo, Italia.
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Donatello. Estatua ecuestre del condottiero Gattamelata, 1453 |
En el simbolismo del poder público destacan las representaciones ecuestres para ensalzar el rol del monarca como líder político. Nosotros nos centramos en dos tipologías de propaganda política que destacan especialmente en este período y sobre todo en el reinado de Alfonso el Magnánimo. Por una parte, no podemos pasar inadvertido el arco del triunfo del Castel Nuovo de Nápoles, en el que se contempla la escena central de la entrada triunfal del monarca en la ciudad conquistada, haciendo un evidente homenaje a la Antigüedad Clásica por lo que al estilo se refiere. Esta obra servirá además para evidenciar un claro contraste entre la manera de hacer “a la antigua” que ya se estila en el sur de la península itálica, gusto al que cada vez más el monarca va a ir adaptándose, y por otro lado la pervivencia del estilo fiel a sus raíces peninsulares que contemplamos en obras como la Sala dei Baroni del castillo o las obras de artistas como Lluís Dalmau o Gonçal Peris Sarrià. El otro género es la estatua ecuestre de bronce: un tipo de monumento que había desaparecido en la Edad Media, pero que ya existía en la Antigüedad, y que va a ser reinventada primero por Donatello con su Gattamelata, y después con el Verrocchio y su Condottiero Colleoni. Inspirándose en obras supervivientes como la estatua de Marco Aurelio en Roma, el Reggisole de Pavía o los relieves del Arco de Constantino, ambos artistas marcarán un antes y un después, pues a partir de este momento las grandes personalidades querrán verse representadas del mismo modo, a pesar de que dichos proyectos nunca lleguen a llevarse a cabo. Tal es el caso del Monumento Sforza de Leonardo o la intención del Magnánimo de encargarle a Donatello una estatua ecuestre.
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Louis Alincbrot. Tríptico con pasajes de la vida de Cristo, 1440-1450 |
Por último, habiendo hecho mención tan especial a la pugna y convivencia entre el cristianismo y el islam, no podemos dejar de lado la importancia del poder de la fe en nuestro legado imaginario. El caballo aparece en representaciones como la del Jesucristo sobre un caballo blanco en la cripta de la catedral de Auxerre, pero también en las representaciones de Santiago Matamoros (típico icono castellano nacido de la fusión del Apóstol Santiago Peregrino y el icono del caballero cruzado que salva la Península Ibérica del Islam), la conversión de Saulo (como aparece en el retablo de Bonifacio Ferrer de Gherardo Starnina, del Museo de Bellas Artes de Valencia), o de San Martín cuando comparte su capa con el mendigo, como podemos ver en el retablo de San Martín, Santa Úrsula y San Antón, de Gonçal Peris Sarrià, también localizable en el mismo museo; en el pasaje de la Crucifixión la figura del caballo aparece siempre junto a los soldados romanos. Así encontramos múltiples crucifixiones donde queda la escena plasmada, como la del retablo de la Santa Cruz de Miquel Alcanyís en nuestro museo, o la del díptico de Jan van Eyck.
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Gherardo Starnina. Retablo de Fray Bonifacio Ferrer, detalle de la Conversión de Saulo, finales del s. XV |
Por último, el caso del San Jorge a caballo es el más representativo e interesante desde un punto de vista iconográfico, pues de nuevo encontramos en este santo un punto de unión entre las dos corrientes artísticas que convergen en la corte del Magnánimo, siendo además este santo el patrón de los caballeros y el patrón de la monarquía aragonesa. No es casualidad pues, que Alfonso V sienta una especial devoción por el San Jorge, y quisiera dedicarle una capilla en el Monasterio de Poblet, donde descansan los monarcas predecesores, incluido su padre. Por otro lado, no debemos olvidar el mensaje político de legitimidad real que el Magnánimo estaba queriendo transmitir con su deposición, y la de su ancestro en tan sagrado lugar. Así, como punto de unión entre los San Jorge de Uccello y Van Eyck o el de Van der Weyden, encontraríamos las representaciones de Pere Nisart, Jaume Cirera, Bernat Martorell, o el del magnífico retablo del Centenar de la Ploma, de Marçal de Sax, que ha sido tan relacionado con el retablo de Jérica. De nuevo en la obra del Puig se vería un doble mensaje, por un lado el de ensalzar al monarca y al caballero en la batalla contra el infiel, pero además una evidente alusión, como lo es el monasterio de Poblet para el Magnánimo, a la legitimidad del monarca con respecto a sus antecesores en la Corona Aragonesa.
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Roger van der Weyden. San Jorge y la princesa, 1432-1435 |
Ya para finalizar, podemos concluir que en torno al caballo se crea todo un lenguaje cortesano y principesco vinculado al lujo, a la diferenciación de clases sociales, y al poder. La fascinación por este animal se manifiesta en todos los sectores sociales, pero especialmente en el que nos interesa a nosotros. Así, vemos una evidente distinción del uso del animal por motivos laborales, bélicos o estéticos y de ocio.
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Marçal de Sax. Retablo del Centenar de la Ploma, detalle del San Jorge y de la Batalla de Jaime I, principios s. XV |
En segundo lugar, podemos hablar de una diferenciación cultural en la que el caballo es un ser que se verá claramente afectado por estas circunstancias. Sobre todo en el ámbito hispánico vamos a ver cómo tanto la sociedad en general como la atmósfera cortesana beben de las influencias de un imperio islámico que ha convivido y sigue conviviendo en el terreno geográfico. Existe una clara división tanto funcional como estética y representativa entre el caballo europeo y el caballo árabe, en las escenas de guerra, en las escenas relacionadas con los deportes cortesanos como torneos y justas, y en las representaciones caballerescas, en las que la figura del noble armado al estilo medieval sigue perviviendo. No obstante, también podemos obviar un paulatino proceso de idealización y casi adoración del hombre hacia el caballo de origen árabe, un caballo que poco a poco va a adoptarse en el modo de vida de las cortes europeas, como se evidencia en la corte Gonzaga. Observaremos de un paulatino cambio en la monta y en la manera de hacer la guerra, y de un proceso de idealización del caballo andalusí que acabará conquistando a todos los monarcas y líderes políticos europeos.
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Taller de Lleonard Crespí. Libro de Horas de Alfonso el Magnánimo |
Podremos encontrar, entonces, un triple vínculo de influencias, que, a grandes rasgos, equivaldría a las relaciones establecidas en la corte del Magnánimo con las cortes europeas. Por una parte, y en directa relación con la influencia francófona, vemos la pervivencia de un ideal caballeresco medieval. Una idealización del caballero armado, de la manera de hacer la guerra “a la europea” (o a la manera occidental, en oposición a la oriental), la cual siempre partirá del ejemplo del caballero cruzado, del ideal de guerra santa cristianizadora y portadora de la verdadera fe. Todo ello sin olvidar el peso la caballería en los ejércitos del Magnánimo y en la guerra a mediados del siglo XV. Un modelo que se refuerza con el elemento lúdico, cortesano y deportivo: justas y torneos van a ser un modo de mantener al caballero en forma y potenciar sus habilidades guerreras para que luego pueda ponerlas en práctica en la batalla. Por otro lado, veremos la pervivencia de la tradición clásica manifiesta principalmente entre las cortes principescas de la Península Itálica, y de las que el Magnánimo se va a sentir fascinado principalmente a partir de su afincamiento en el reino de Nápoles en 1442. El mejor de los testimonios es el arco triunfal de la entrada principal del Castel Nuovo, en el que Alfonso V de Aragón aparecerá representado cual emperador romano. El otro modus operandi que va a verse abundantemente representado en otras cortes italianas es el otro caso ya analizado de representación pública de propaganda política y símbolo de poder: la escultura ecuestre.
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Hermanos Limbourg. Mes de Mayo, Muy Ricas Horas del Duque de Berry, c. 1410 |
A través de nuestro trabajo intentamos ejemplificar algunas de las manifestaciones en las que el caballo y el caballero aparecen representados en todo su esplendor. No obstante, debemos recordar que en este estudio realizamos tan solo una primera aproximación a un amplio trabajo que puede y debe seguir llevándose a cabo, no solo enfocándolo en la relación de la corte del Magnánimo con las cortes francesas e italianas, sino también profundizándolo en el contexto de otras cortes europeas del momento.
Nota del Grup Harca: Aquest post és una col·laboració d’una autora convidada, a qui públicament agraïm el seu esforç per la difusió de la Història Medieval.
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